Hagamos catarsis y hablemos con el cuerpo lo que las palabras no dicen. Hablemos de una coreógrafa que se dedicó a mostrar la vida desde el movimiento, revolucionando
la danza contemporánea y llevando la vida humana a escena. Después de leer sobre la
historia y obras de Pina Bausch empiezas a creer que nunca dejamos de bailar, aquí te voy a contar por qué
Una artista de la observación
Pina Bausch nació observando, viendo la vida pasar, pero no como un actor pasivo; por el contrario, se dedicó a mirar para después “hablar”. Es desde allí que aprendió a pensar desde lo que entraba por sus ojos y encontró la clave para dejar su legado, y ganarse los aplausos y la admiración de todos los que hemos conocido su trabajo.
Bajo las mesas del restaurante de sus padres en
Solingen, una ciudad situada en el corazón industrial de Alemania, creció viendo los horrores de
la Segunda Guerra Mundial. Al cumplir 15 años y luego de terminada la guerra conoció el mundo de la música y la danza en la
escuela Folkwang de Essen bajo la dirección de
Kurt Jooss, quién vivió el
auge de la danza moderna o
danza expresiva alemana (la
Ausdruckstanz), y del que Pina Bausch tuvo una fuerte influencia.
Bausch se inició con el
ballet, el único arte moderno que Hitler no prohibió durante la Guerra, un baile que puede compararse con las matemáticas: estricto, rígido, y que lleva al cuerpo hasta los límites de la perfección. En
la danza clásica las coreografías siguen formas académicas con un código alejado de lo emocional, razón por la que Pina renunció a transmitir sus mensajes a través de esta danza de lenguaje artificial, que prioriza la belleza y la estética desde lo digno de mirar.
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“No me interesa cómo se mueve el ser humano, sino aquello que lo conmueve”
Esta frase de su autoría es una insignia y un emblema de su vida y carrera, una carrera que inició a los 15 años y que se desarrolló a sus 19 años cuando se ganó una beca para continuar sus estudios en Nueva York en la Julliard University. Allí bailó en
el Metropolitan y
la New York City Opera, también conoció los coliseos de la
Modern Dance y a grandes representantes como
José Limón y
Martha Graham.
Con la influencia del
teatro danza de Jooss y
la Modern Dance en Estados Unidos supo que ella no quería bailar por la hermosa apariencia de la danza, sino para profundizar y adentrarse en los misterios y dramas del ser humano, explorando la condición humana y llegando a convertirse en la
gran reformadora internacional del teatro danza, género que conjuga el drama y el baile.
Para 1961 Pina es de nuevo convocada por Kurt Jooss para formar parte de su compañía en Alemania y regresa ahora a formar parte de la escuela donde inició sus estudios:
la Folkwang Ballet Company. Ya para 1968 dirigió
Fragment, el ballet que la inauguró en su carrera como coreógrafa, y para 1973 ya era directora del
Tanztheater Wuppertal Pina Bausch, donde trabajó de forma ininterrumpida hasta 2009. Su objetivo desde ese momento fue encontrar la mejor forma de poner en escena la angustia humana existencial. Para lograrlo usó esta serie de elementos:
- Gestualidad
- Sonidos
- Silencios prolongados
- Gritos
- Risas
- Respiración desesperada
- Escenografía
- Lucha de sexos (género)
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Pina a través de sus obras se dedicó a hablar de los dramas humanos, de esas tragedias individuales que cada uno vive pero que muchos compartimos y también hemos experimentado, así termina universalizando sus puestas en escenas. Algunos creen que
las coreografías de Pina Bausch fueron una especie de autobiografía, pero en realidad, fueron una co-biografía de la humanidad. Llevó al escenario los recuerdos, la infancia, el pasado y las pasiones a las que nos enfrentamos.
Exteriorizó, como un tipo de terapia, las emociones de las que muchos nunca hablamos pero si sentimos, y que expresamos a través de nuestro cuerpo, sin importar si estamos en escena o no. Desde allí, el público se vuelve un actor activo en las tablas, pues hace que se identifique en el otro con lo que se escenifica, y los hace reflexionar sobre eso para lo que las palabras no alcanzan. Se convierte entonces en una obra para hacer catarsis colectiva.
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Pina hablaba de lo más profundo de las emociones, de esos impulsos que generan un movimiento, una reacción y nos pegan una sacudida cuando aparecen en nosotros. Las emociones son movidas por nuestras motivaciones y son ellas por las que Pina trabajaba, para encontrar el origen y el por qué de lo que hacemos, del por qué nos movemos y nos conmovemos.
Bausch ponía en escena situaciones de la vida real que son personales pero también comunes a todos, que hemos vivido en algún momento de nuestras vidas y que compartimos, haciéndonos reflexionar sobre cómo nuestro cuerpo es un transmisor de la memoria colectiva. Situaciones que cada uno vive desde su individualidad, una individualidad que representamos a través de nuestros gestos, la forma más auténtica de expresar lo que sentimos; y también, esos movimientos que nos hacen únicos y diferentes frente a los otros pero también por los que nos sentimos identificados.
Pina bausch logró su primer gran éxito en 1975 con la Consagración de la primavera, un
clásico de la danza moderna donde todas sus creencias y motivaciones hacen al mundo dar vuelta y aplaudir su obra y trabajo. Y gracias a su talento y trabajo en equipo junto a sus bailarines y escenógrafos ganó dos reconocimientos: el
premio Kyoto en 2007 y el
premio Goethe en 2008.
En 2009 falleció de cáncer pero no se paró de contar su historia, pues nos dejó un legado imborrable. Gracias Pina por mostrarnos que no dejamos nunca de bailar, que la danza es mucho más que pasos, y que tenemos un tesoro en nuestros cuerpos para sanar, recordar y entendernos desde nuestra imperfección.